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Cómo Meditar II. Concentración y calma mental

Con la práctica de la meditación desarrollamos tres habilidades: la concentración, la observación y la ecuanimidad.

La concentración es la capacidad de mantener la atención focalizada en algún aspecto del presente de manera continuada. La concentración nos aporta serenidad, equilibrio y paz. El desarrollo profundo de la concentración o focalización nos conduce a estados de absorción meditativa en los que el objeto de concentración se convierte en el único objeto de la consciencia, la mente deja de saltar de un sitio a otro y se calma profundamente.  En la tradición del yoga clásico de Patanjali a esta fase de concentración intensa se le llama dhyana.

La concentración es incisiva ya que focalizamos un aspecto de la realidad excluyendo el resto y debe practicarse sin tensar ni un solo músculo innecesariamente. Simplemente descansamos en el objeto de meditación y nos desprendemos de todo lo demás. Así pues, en el proceso de aprender a meditar debemos saber que la habilidad de concentrarnos tiene que ver con soltar y no con forzar la atención

La posición ideal para la práctica de la concentración es la postura del loto, pero también se obtienen resultados satisfactorios con una variedad de otras posiciones, incluyendo sentarse en una silla. En ningún caso practicamos la concentración tumbados ya que nos llevaría a un estado de ensoñación y fantasía que es exactamente lo contrario a lo que pretendemos. Es importante mantener la espalda erguida y el vientre distendido. Buscamos una posición equilibrada, despierta y tranquila.

El proceso de la concentración consiste en direccionar la atención en el objeto elegido, y con amabilidad volver al objeto de meditación cada vez que nos damos cuenta que la mente se ha distraído. El objeto de concentración puede ser físico o mental (visualizado), externo al cuerpo o corporal. La tradición budista Theravada tradicionalmente usaba objetos visuales o Kasinas. Cuando el objeto podía ser visualizado con los ojos cerrados con la misma nitidez que con los ojos abiertos se pasaba a visulizarlo tan solo mentalmente.
Actualmente se acostumbra a utilizar el respiración como objeto de concentración. Otros objetos de meditación son las sensaciones corporales, las sensaciones de carácter emocional, la energía o el propio espacio de consciencia. 

La tranquilidad o serenidad mental que nos da la concentración es un requisito para la posterior observación de los objetos de la conciencia en un campo más abierto y receptivo.  Algunas técnicas de meditación se centran tan solo en el desarrollo de la concentración y otra obvian este aspecto y pasan directamente a la observación. Los enfoques más sensatos recomiendan el desarrollo de ambos aspectos ya que son complementarios.