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Ansiedad: la distancia entre el cuerpo y la mente

Imagina que eres un ser humano del paleolítico hace unos 100.000 años.  Después de comer, estás tomando el Sol en la sabana africana una tarde de primavera. 

Algún leve sonido hace que entreabras los ojos perezosamente…Y ves un león corriendo hacia ti a toda velocidad!!
La información sensorial llega inmediatamente a tu sistema límbico y a la amígdala. De forma casi inmediata el corazón empieza a bombear fuerte, la sangre fluye a los músculos, la digestión se detiene, se libera adrenalina, aumenta la glucosa en sangre, la pupila se dilata, el cerebro activa una estrategia. No hay tiempo para debates internos. Te movilizas. Consigues escapar. 

Todo ha sido tan rápido que ni siquiera sabes como lo has hecho. El miedo te ha salvado la vida.

Si no sintiéramos el miedo no habríamos sobrevivido como especie en este planeta. Esto nos lleva a plantearnos algunas preguntas: ¿El miedo es una emoción negativa?, ¿Existen las emociones negativas o todas cumplen una función útil?, ¿El hecho de que una emoción sea desagradable la convierte en negativa?

Hoy en día la mayor parte de las personas  ya no vivimos nuestro día a día con la amenaza continua y real de peligro para nuestra vida (aunque puede haberla de forma puntual). 
Ahora nuestros miedos son psicológicos, amenazas para el ego . Ya no tenemos miedo de que nos coma un león sino de no ser capaces, de hacer el ridículo, de que no nos quieran, de sentirnos solos… 

El miedo ha pasado de ser una forma de proteger al cuerpo, a ser una forma de proteger al ego. En este artículo nos referimos a los miedos del yo.

Para que se manifieste el miedo la mente tiene que proyectarse al futuro y anticiparse a lo que va a ocurrir. Cuando estamos conectados al momento presente no existe el miedo.

Cabe decir que no estamos hablando en este artículo de las personas que han sufrido ataques de pánico u otras expresiones severas del miedo. Estas personas a menudo arrastran en su cuerpo durante mucho tiempo las desagradables sensaciones físicas de la ansiedad. Sólo quién ha padecido ataques de pánico sabe lo mucho que se sufre y la impotencia que causa el no poder gestionar los síntomas. A menudo las personas más cercanas a quienes sufren de ansiedad no entienden lo que significa vivir con síntomas físicos tan molestos e incapacitantes.

La forma más habitual de miedo es la ansiedad flotante que se produce cuando no hay ningún peligro real objetivo sino sólo imaginario pero la activación del cuerpo para la acción se dispara igualmente.

La ansiedad es el espacio que hay entre el sitio dónde está tu mente y el sitio dónde está tu cuerpo. Entonces vivimos en este estado constante de anticipación, alerta y ligera hiperventilación. Es como si siempre hubiera una amenaza flotando a nuestro alrededor aunque nunca se acaba de materializar. El cuerpo está activado para salir corriendo o defenderse pero no hay nada de lo que salir corriendo ni de lo que defenderse. Es una sensación molesta y desagradable que empeora nuestra calidad de vida.

A la respuesta de activación constante y prolongada en el tiempo del cuerpo y la mente le llamamos estrés.  El miedo que debería ser una respuesta puntual a una situación concreta de peligro real, se cronifica. Una emoción con una función útil se convierte en un problema.

La clave para gestionar la cadena de miedo-ansiedad-estrés es la siguiente: la activación psicofísica a la que llamamos estrés sólo se dispara después de que hayamos hecho una valoración cognitiva de la situación y la hayamos calificado como peligrosa. Es decir, para que se activen todas las respuestas biológicas automáticas de estrés en el cuerpo, previamente la mente tiene que haber interpretado la situación como peligrosa

Esta valoración mental es decisiva y diferente en cada persona. Es en este punto que tenemos margen de acción ya que esta valoración está condicionada en gran medida por los acontecimientos que nos hayan ocurrido en el pasado en situaciones parecidas. Así pues, en el miedo hay un viaje al futuro (anticipación) y una respuesta condicionada por nuestros aprendizajes del pasado. El miedo se manifiesta como la falta de habilidad en habitar el presente.

En la medida que logremos valorar la situación como algo fresco que está ocurriendo en el presente  y no proyectemos sobre ella situaciones pasadas, seremos libres de responder adecuadamente sin que se dispare la activación de estrés si no es necesaria.

La meditación es una herramienta poderosa de gestión del el miedo y lo hace desde diferentes perspectivas:

  • Reduce el exceso de pensamientos que lleva asociado el miedo.
  • Desarrolla la capacidad de habitar el presente que es el único sitio en el que estamos a salvo del miedo.
  • Trabaja con la gestión de las sensaciones físicas asociadas al miedo disminuyendo drásticamente el sufrimiento que provocan.
  • Facilita el darnos cuenta de los mecanismos de instalación del miedo permitiendo así conocer como se instaura y valorar de forma más realista de las situaciones estresantes.