Anima

Cómo Meditar III. Observación y Autoconocimiento

El desarrollo de la habilidad de la observación en la meditación permite el auto-conocimiento y se complementa con la habilidad de la concentración y la de la ecuanimidad.  Cuando meditamos contactamos con la realidad de nuestro mundo interior de forma sencilla y directa sin el filtro de la mente discursiva, conceptual y enjuiciadora. Así podemos conocer realmente como somos, qué pensamos, qué sentimos y como se relacionan nuestro pensar y nuestro sentir.

Cuando practicamos meditación si ponemos el énfasis en volver una y otra vez al objeto de meditación, estamos desarrollando la concentración. Si ponemos el énfasis en observar lo que hay en el campo de consciencia estamos desarrollando la observación. Los dos aspectos están relacionados. Pare entenderlo mejor podemos imaginar un único foco de luz que enfoca el escenario de una teatro con una luz de muy poca intensidad. Imaginemos que este foco está en continuo movimiento. La concentración consiste en parar el foco (o al menos lentificar el movimiento). La observación consiste en aumentar la intensidad lumínica para poder ver mejor lo que hay en el escenario. Si el foco no puede estar mínimamente estabilizado de poco sirve aumentar la intensidad lumínica. Y si logramos parar el foco pero la luz continua siendo muy tenue tampoco podremos ver lo que hay en el escenario. Esta es una metáfora de los aspectos de concentración y de observación de la meditación. Uno nos da serenidad. El otro conocimiento.

No es lo mismo conocer que pensar. Conocer es darnos cuenta de algo. Pensar es elaborar un discurso mental acerca de algo. La consciencia conoce. La mente piensa. La observación es la herramienta que utilizamos en la meditación para conocer y tener claridad sobre nuestra experiencia sin enjuiciar, manipular ni intentar controlar esta experiencia. Y también darnos cuenta del pensamiento cada vez que éste aparece. Habitualmente el pensamiento nos arrastra y no tenemos consciencia de él ya que la consciencia está focalizada en aquello que pensamos y no en el propio proceso del pensamiento. Es lo mismo que ocurre cuando soñamos, no tenemos consciencia del sueño porque estamos dentro de él y no podemos conocerlo hasta que despertamos. Meditar es despertar una y otra vez del pensamiento.
Observar también implica distinguir los diferentes elementos que hay en nuestro campo de consciencia en cada momento:  palabras (diálogo interno), imágenes mentales, sensaciones externas, sensaciones internas, sensaciones emocionales, energía y la propia consciencia. Hay un universo a descubrir en nuestro interior y lo podemos explorar con la actitud contemplativa que implica cambiar la reactividad por la receptividad.